Hemos comentado en anteriores ocasiones que no entendemos
los lloros del equipo de gobierno municipal para que le dejen gastar las perras
ahorradas. Porque, y repito por enésima vez, el ayuntamiento no es la empresa
de Manuel Domínguez, que se gestiona con el único fin de obtener beneficios al
cierre del ejercicio económico. Si se aprueba un presupuesto anual y se
comprueba a la hora del balance que no te has gastado tres millones de euros,
no hace falta tener más de una neurona para colegir que algo, o bastante, se ha
debido hacer mal en el transcurso del periodo habido para su ejecución. Eso es
mucho dinero (casi 500 millones de pesetas) en un pueblo (y no me sitúo, única
y exclusivamente, en esta época de crisis por la pandemia, mal que aqueja a
todos los consistorios) donde el paro es preocupante, donde el tan cacareado
plan de barrios no ha solventado las graves carencias de infraestructuras
existentes, donde sigue habiendo necesidades básicas que atender en ese
amplísimo campo que, bajo la denominación de bienestar social, pretende limar
diferencias entre la población…
Cuando ni siquiera se ha sido capaz de llevar a feliz
término que lo consignado para ayudas de emergencia se destine a tal fin, sino
que, para más sorna y escarnio, se detraigan diez mil euros para otros asuntos,
no creo que el grupo popular se halle en condiciones de presumir de nada. Pero
es que se observa cómo la cuarta parte de lo estipulado para el plan de igualdad
de oportunidades se quedó en la gaveta. O en el cochinito, esa hucha o alcancía
en la que Manolo mete los reservas. Y cuya llave debió regalar a los Reyes
Magos el pasado mes de enero. Por lo que pensando estuve en ilustrar el presente
con la foto de marras, donde aparece con el concejal de fiestas, el otrora reivindicativo
estudiante frente a las puertas del ayuntamiento y ahora también abducido, por
no escribir untado.
Si todas las palmeras y aduladoras (ellos son los menos,
poco a poco van despertando), en vez de aplaudir con las orejas las solemnes
boberías con las que nos entretienen (pan y circo), se dedicaran a echar una
visual a las remesas para publicidad y propaganda que tienen atribuidas todas
las concejalías (aunque la de alcaldía es la más gorda y grande, faltaría más,
no se quedan atrás las que tienen asignado el papel de aparecer cada tres por
dos portando un cartel en la mano o apoyándose ─sirviéndose de ellos, para que me entiendan─ en viejos y/o niños para la
captación de adeptos), quizás pudiésemos alcanzar una redistribución más
equitativa de los dineros.
No es nada complicado seguir desmenuzando incumplimientos
dinerarios. Si digo que el montante para Patrimonio Artístico apenas disminuyó
un 13% de lo inicialmente previsto (vamos, que no se invirtió el 87%), podrías
preguntarte, ilusa admiradora de vendedores ambulantes de humo embotellado, si
merita o no la pena el bajarse de la nube y aterrizar en cualquier barrio de la
Villa de Viera. O en la casa del viajero ilustrado. O… Lo mismo te lo tropiezas,
o coincides, cuando él se desenganche del parapente.
El problema, a mi modo de ver, es que falla la supervisión
del jefe. Normal, no puede estar en todo. Algún caldero deberá quemársele. Y ha
optado porque sea el realejero. Los demás, personas subordinadas, sumisas y
supeditadas, como deben quedar al recibo de las bendiciones, pasan el tiempo a
la espera de que llegue el final de cada mes. Y en el ínterin, van a la radio a
vendernos que desde ya comienza la “remodulación” (no una vez, que se perdona,
porque un desliz ya se sabe) de los colegios. O la que oficia una boda civil y
a pesar de tener bien apuntado en el papel que le pasaron a manera de chuleta
lo de cónyuge, lee en todas las ocasiones “cónyugue”.
Y entre una cosa y la otra me acordé de Nino. El que tenía
un chiringuito al lado de la autovía, en la curva que está antes de la entrada
al túnel de San Vicente (dirección a Icod de los Vinos). Quien puso en la
pizarra que ese día tenía “gisantes y gambas”. Corregido el particular por un
asiduo y avisándole del olvido de la letra u, convino el uno que lo corregiría,
y el otro que volvería en futura ocasión, pues no le disgustó el condumio
ingerido. Y resultó, por esas casualidades de la vida, que en la ocasión
elegida por el paisano para repetir jornada gastronómica, se tropezó con la
pizarra de marras, donde en letras más grandes que la vez anterior se expresaba
un contundente: “Guisantes y guambas”.
En fin, realejeros, no es oro todo lo que reluce. Y agradecer el envío de la nota de prensa al grupo socialista. Aunque no es este blog un medio de comunicación al uso, ni suelo guiarme por dictados ajenos, valga hoy la excepción que se refleja a modo de artículo de opinión. Como siempre, por otra parte.
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