Quizás se pretenda imitar a los chalecos amarillos franceses
emprendiendo acciones que desvirtúan los planteamientos. No solo me refiero a
los actos vandálicos protagonizados por los taxistas, que, a buen seguro, hacen
decaer sus aparentes justas
reivindicaciones, sino a declaraciones como las del tenor literal siguiente: “Cómo
puede un ministro de izquierdas y gay mandar a la policía”. Se califican por sí
solas las lindezas del representante de Élite Taxi. Y no difieren gran cosa de
las manifestadas por Jorge Verstrynge, otrora dirigente popular y en la actualidad
violado (o morado, a conveniencia): “Errejón es un títere de la hiena de
Carmena”. No sé yo si es más urgente la cura del transporte público en las grandes
ciudades o el imperioso zurcido de Podemos. Como entendí que no podía, ni
debía, quedarme al margen, la décima de rigor:
Pierdes toda la razón
con vandalismo y violencia
y se mina la conciencia
del que apoyaba tu acción.
En la presente ocasión,
el conflicto del taxista,
y el hecho salta a la vista,
derivó en enfrentamientos
con episodios cruentos
que su petición enquista.
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