Cuando se acostumbra a incumplir promesas, cualquier excusa
es válida para intentar seguir aupado. Al señor Domínguez le parecía
conveniente, tiempo atrás, no repetir más de dos mandatos en un cargo. Ha
debido cambiar de opinión. Aunque, en realidad, lo que realmente le preocupa es
el ascenso. Como el Cabildo le falló, ahora intenta que sea el Parlamento su
próximo echadero. Se lo adelantó a Moisés Grillo (entrevista en Diario de Avisos,
periódico tan entregado a determinados intereses económicos que ni siquiera
aprovechó esta primicia para el título correspondiente, por si el chiquito
palmero se pone currito y cierra el grifo). Generosamente remunerado, claro. Ya
en el pueblo estamos acostumbrados a sus desapariciones. Solo interrumpidas por
las sesiones fotográficas y las raciones de efluvios amorosos en los comercios
que aún siguen abiertos. Hechos con los que entiende pueden quedar satisfechas
las aspiraciones de los electores (y electoras) que bailan sobre una pata sola
(y no se lavan la mano ni la cara durante una o dos semanas), mientras se
construyen hipódromos, piscinas, auditorios, parques naturales, se restauran casonas
emblemáticas, se adquieren edificios cargados de profundo simbolismo… Al
tiempo, se cuestionan las políticas de
organismos que han inyectado en la Villa de Viera muchos millones euros… Qué
alegas, insensato. Vas a comparar, ignorante… No, perdona, pero es que pasé el
domingo pasado por El Lance y se me antojó que Bentor (mucho más inteligente y
digno que los abducidos), quien debió contemplar la movida desde atalaya tan
privilegiada, se había meado… de risa. Qué bueno es tener espías y confidentes
en todos lados. Al menos ya desperté a uno que era muy popular.
Se presentó don Manuel
en Tigaiga el otro día,
y sigue con la manía
de pensar que solo él
debe jugar el papel…
¡de mentiroso convulso!,
al seguir echando un pulso
con promesas incumplidas
–tantas veces repetidas–
en nuevo alegato insulso.
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