Relator, mediador o la madre del cordero. Rajoy aplicó el
155 y los resultados saltan a la vista. Las nuevas hornadas compuestas por
niños bien, que nacieron con una talega repleta de panes bajo el brazo
(derecho, por supuesto), deciden que el diálogo rompe y pervierte. Que en todo
conflicto que surja en la sociedad no procede otra cosa que dar cogotazos,
suprimir derechos, coartar libertades y poner punto en boca a cualquiera que
ose discrepar del poder establecido. Que para soltar sandeces estamos nosotros,
airean. No solo en jerarquías nacionales, que por aquí también se estila. Volvemos,
invocando leyes, normas y constituciones, a la España una, grande y libre, al
non plus ultra. ¿Cómo? Yo sí fui al cuartel. Y haciendo las prácticas de alférez
de complemento en Hoya Fría, ETA se cargó a Carrero Blanco. Y viví la década de
los cincuenta del pasado siglo “jociquiando” tierra en las plataneras de La
Gorvorana. Qué carajo me vas a demostrar, petimetre. Que ya de agachar la
cabeza, tragar y hacer de tripas corazón voy servido. Ahora, a mis setenta, ¿me
quieres volver a quitar la palabra, niñato? Quita la marcha atrás, lancha
rápida.
Nos quieren hacer tragar
que dialogar es perverso,
pues mando al carajo el verso
y me olvido de rimar.
Si ya no se puede hablar
y el leer ya no se lleva,
¿nos metemos en la cueva
con garrote y tentetieso?
Me da a mí que este progreso
no me aporta cosa nueva.
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