lunes, 4 de febrero de 2019

35: Cree el ladrón

Se habrán percatado de que muchos políticos –sobre todo aquellos de alto rango– se privan por pasear en horas de trabajo. Porque ellos, al igual que tú y yo, se deben a quien les abona sus honorarios, llámese parlamento, cabildo, ayuntamiento o el sursuncorda. Pero tienen que haber pagado una bula especial para disfrutar de dispendios inimaginables. Bien saben mis estimados lectores que el ejemplo paradigmático del hecho que comento no se halla muy lejos de donde ahora mismo tecleo estas líneas. Aunque, desgraciadamente, no es el único caso. Y para un servidor –me temo que somos unos cuantos– eso es un robo a mano armada. Tan digno de ser sometido a severo juicio como el del cualquier ratero al uso. En estos meses de olfateo electoral, las giras se convierten en moneda de cambio. Y dado que son unos genios simultaneando cargos, deben, por razones obvias de la no ubicuidad, incumplir con demasiadas obligaciones. Hazlo tú en el trabajo. Con sinvergüenza me quedo corto. Ilustro con una viñeta de carácter general, pero tú puedes poner la foto del que estás pensando; no te cortes.

Mi religión no permite
votar al ladrón confeso,
al que pasea bien tieso
mientras mis euros derrite.
Vaya, pues, muy fuerte envite
a quien pretende engañar
y de nuevo comerciar
con el voto ciudadano,
tomando el pelo al paisano
cuyo sueldo va a pagar.

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