Un representante de la iglesia que insulta, parece no ser lo
más correcto ante una feligresía cada vez más escéptica. Si al más común de los
mortales se nos exige prudencia en nuestras actuaciones diarias, qué menos
podremos requerir a quien tiene encomendada la sagrada misión de perdonar
nuestros deslices. A las redes sociales las carga el diablo. Como a las
pistolas. Sonado fue el encontronazo de Manuel Domínguez cuando demandó del
cura de mi barrio que se dedicara a los oficios propios de su responsabilidad eclesiástica
y dejara de solicitar mejoras para la comunidad vecinal. Algo de lo que hablé
con varias personas hace unos días y que sigue doliendo a los habitantes de
Toscal-Longuera. Y que no creo haya podido resolver cierta concejala que se fue
a Los Roques con una bandera de España. Vergüenza ajena sentí, pero quien no da
más de sí… Bueno, a lo que iba. Lee la décima y si deseas más información, solo
te adelanto que no me pareció correcto que un cura llame sinvergüenza a todo un
presidente del Gobierno. Debería aprender, y mucho, del respeto con el que yo
trato, en su faceta personal, al señor alcalde de mi municipio y que debe ir a
misa a una parroquia que está casi al lado de su casa. Algo que yo no hago
desde ha la tira porque no soporto que se den golpes en el pecho aquellos que…
No lo llames sinvergüenza,
pues si sabes que es verdad,
con tu infinita bondad
a redimirlo comienza.
Que el encono no te venza,
ni olvides la gran misión,
que desde aquella ocasión
en la que cura te hiciste,
bien ufano prometiste
predicar con el perdón.
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