Menos mal que tengo este blog. Y que, afortunadamente,
dediqué gran parte de mi vida a la docencia. Por lo que no caí en la tentación
de cambiar de trabajo. Aunque ofrecimientos hubo. No sé si hubiese aguantado
mucho tiempo. Porque este periodismo espectáculo (¿carroñero?; sí, por qué no) no me gusta nada. Priman
morbos y audiencias. Los chacales al acecho (pueden pensar libremente en
buitres, que valdría asimismo) me provocan sentimientos encontrados, cuando no
arcadas. Totalán, un pequeño pueblo malagueño, ha pasado a la historia negra de
la desinformación. Pero no nos rasguemos las vestiduras, porque todos somos
culpables, todos caímos a ese fatídico pozo. Vivimos enganchados a la feria durante todo el episodio. Y
seguiremos unos días más, pues es menester la reconstrucción de los hechos,
volver a recorrer la senda del fatal desenlace. Felizmente nos queda el rosco
del pasapalabra.
El periodismo indecente
–el del pozo malagueño–
ojalá vuelque su empeño
en respetar a la gente.
Una labor consecuente,
do la ética y moral
sea valor principal
y no que morbo y audiencia
nos infunda la creencia
de ser su exclusivo aval.
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