Estos periodos tan largos entre las elecciones y la
configuración de las estructuras gubernamentales traen a mal vivir a más de
uno. Sabido es que en todas las formaciones políticas conviven los afiliados
por el interés. Que están siempre ojo avizor para medrar en lo que caiga. Y a
fe que no lo disimulan. Y Facebook delata al más pintado.
Como el PSOE canario no se había visto en otra, y esta
organización no es ajena a las prácticas precitadas, es tal la pléyade de
cargos a cubrir, junto a la cohorte de allegados y afines, que las redes
sociales se incendian con comentarios laudatorios, felicitaciones y demás
parafernalia del bien quedar. En suma, se entra en la fase de mirar con buenos
ojos.
Algunos no pegan ojo durante días porque la incertidumbre
machaca cada instante de la espera. Son los que ansían escalar peldaños por sus
ojos bellidos, a saber, por la cara, de balde y sin costo laboral alguno. Es la
etapa en la que los aspirantes juegan a ser el ojo derecho de aquel que tiene
la potestad de la designación. Nadie muestra en esos días –semanas o meses–
malos ojos, ni siquiera los tuercen (los ojos). Creen valer un ojo de la cara…
Como llegué a la política (cargo público) cuando ya tenía un
trabajo fijo, al que retorné una vez cumplido el mandato de rigor, me apena
contemplar estos espectáculos tan grotescos. No comparto estas aspiraciones a
estar bien situado en la línea de salida porque me parecen ambiciones puras y
duras. Y es una lucha que no me agrada. Se devuelven favores que en nada
guardan relación con valías. Los méritos quedan en un segundo plano, en meras
circunstancias. Por lo que nos tropezamos con demasiadas ineptitudes aupadas a
los sillones del poder. A los que se agarran como lapas al risco.
Deseo, por razones ideológicas y de total convencimiento,
que este gobierno regional, que ayer inició su andadura, sepa navegar con rumbo
fijo y vaya cumpliendo el objetivo de llevar a Canarias a unas posiciones de
mayor igualdad entre los que habitamos estos peñascos atlánticos. Donde impere,
como bien definió su presidente, la cercanía y el tender la mano a quien más lo
necesita.
Pero, y también siento la obligación de escribirlo para que
quede constancia, lamento profundamente la babosería y los postulados
mendicantes de los que, y a los hechos me remito, no saben hacer otra cosa que progresar
(si es que a tal hecho pudiera así denominarse; es que no quiero poner trepar)
a costa del dinero público y tener como lema en la vida una avidez desmedida al
parasitismo. Eso no es el socialismo de Pablo Iglesias. El tipógrafo, que no el
acomodado del chalé.
Nos alegramos del fin de una etapa: la de Coalición Canaria.
Y gritamos a los cuatro vientos que, por fin, la fase de la mamandurria y el
enchufismo –¿o acaso tú no lo has leído y escuchado?– había finiquitado.
Pusimos en solfa los múltiples casos de ocupación de puestos a dedo para satisfacer
a los estómagos agradecidos.
Muchas veces, cuando se está en la oposición, se realizan planteamientos
de máximos cuando el fuero interno va dictando la imposibilidad de su
cumplimiento. Pero si se sacan a colación una vez ganadas unas elecciones,
habrá ahora que demostrar a toda la población que no todos somos iguales. Algo
que intuyo de dificultad extrema cuando atisbo el andar de ciertos arribistas.
Por lo que, ojalá me equivoque, habremos pecado doblemente: por acción y por
omisión.
Quedan muchos espacios por cubrir en los organigramas. Y en
unos días, el Cabildo tinerfeño. No caigamos en la tentación. Amén.
Y un apunte final por si
alguien ha podido sentirse aludido. Con uno solo que haya sufrido ligero escozor
con la lectura de las líneas precedentes, estaría un servidor tristemente
desilusionado. Aunque ello supusiese la ratificación de mi argumentario.
Chacho, ¿tú no te diste de alta otra vez hace poco? Afiliado, sí; borrego, no.
Y las vendas corrieron aventuras paralelas a las del pelo de la cabeza.
Atinado, profe!!
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