Acabose la experiencia rimada. Toca ahora, en esta segunda
parte del año, iniciar otros derroteros más prosistas. Que no prosaicos. Puede que así contente a
los lectores que reclamaban otro estilo para los asuntos mundanos de la
política. Comienza julio y vamos allá:
Se ha convertido en norma que los equipos de gobierno de las
instituciones públicas liberen a todos –o casi– aquellos cargos que han sido
elegidos en el pertinente proceso electoral. Y acerca de este vocablo nos
indica el DRAE que hace referencia a quien trabaja en exclusiva para un
organismo político, sindical o administrativo. Todo ello bajo la más estricta
legalidad, establezcamos de antemano. Normas que fueron dictadas por los mismos
que se van a beneficiar en mayor o menor medida a lo largo de sus dilatadas
trayectorias políticas.
Todo ello conlleva la fijación de suculentos sueldos, amen
de otras prebendas a manera de dietas, asistencias y varios conceptos del más
diverso pelaje, que, a la humilde manera de entender de este escribano del tres
al cuarto, viene a constituir una golosina apetitosa para aquellos a los que no
se les conoce otras posibilidades para desarrollar en la vida. Con lo que la
mediocridad se ha instalado en la cosa pública de modo alarmante.
Y si la legislación aplicable a tales componendas
estableciera requisitos que no posibilitaran la ubicación de todos al frente de
los chiringuitos previamente confeccionados, nos inventamos las dedicaciones
parciales, establecemos porcentajes y a otra cosa, mariposa. De tal suerte,
nada te extrañe que leas cualquier reseña de lo acontecido en recientes
sesiones plenarias y te tropieces con surtido número de concejales que destinan
el 75% (u otro porcentaje cualquiera) de su complicada agenda a ir por los
consistorios. Pero como a ellos no les afecta la obligación de fichar, cualquier
excusa puede ser perfectamente válida para justificar ausencias. Empezando por
el supuesto jefe, hecho demasiado habitual en ciertos lares cercanos.
El colmo de la desfachatez alcanza cotas de esperpento. Como
el aplicarse dedicaciones parciales del 95% por haberse superado el cupo de
ediles que la ley establece para la exclusividad. Hecho que ha tumbado cierto
tribunal de justicia al entender que tal circunstancia supone una burla
evidente a la más común de las inteligencias. Pero ya se sabe el viejo
aforismo: el que hizo la ley, hizo la trampa.
En mi ayuntamiento no íbamos a ser menos. El grupo popular
ha encontrado acomodo para todos sus miembros. Amén de los que se agregan en
calidad de asesores, jefes de no sé qué y secretarios de no sé cuántos. Total,
unos 700.000 euros es montante insignificante. La vaca de la Avenida de Canarias
es animal que no se seca. Y de tal suerte, los votantes realejeros premiamos a
quienes en muchos años han brillado por la escasez de gestión. Díganme, si no,
tres obras de cierto empaque de las que podamos disfrutar en la Villa de Viera gracias
al empeño y entrega del equipo del señor Domínguez. Pero como nos han vuelto a
prometer, por tercera vez –¿será la vencida?–, hipódromos, rehabilitaciones de
edificios emblemáticos y otras sartas de mentiras (bien nos gusta que nos
engañen en campañas electorales, Tierno Galván dixit), habremos olvidado todo en
2023 y otra palmadita en la espalda, cuando no el beso de rigor, será antídoto
suficiente para acudir de nuevo a la urna y cantar las excelencias del ahora
también parlamentario y futuro presidente de la gestora si el PP continúa la deriva
actual, muy al estilo Cs.
Los realejeros somos así, dadivosos y espléndidos. Nos
quedamos con la hojarasca mientras el fruto (presupuestario) es disfrutado por
nuestros ídolos. No separamos la paja del grano y somos capaces de premiar a
quien nos contenta con unas migajas. No existe planificación de ningún tipo y
aplaudimos con las orejas una foto de dos personajes al lado de un bache en
cualquier calzada del municipio. Vivimos de rentas e inercias. Y pagamos estupendamente
por ello. Por lo visto y leído, el que don Manuel Domínguez cobre del
Parlamento supone una enorme ventaja. Como si los dineros no proviniesen de
idéntica fuente: tus impuestos y los míos. Está comprobado que la cultura en Los
Realejos sí muerde. A pesar de que 13503 esclarecidos me intenten demostrar lo
contrario. Debe ser que jamás logré obtener el certificado de estudios
primarios en aquella vieja escuela de La Longuera, la de la leche en polvo de
doña Gregoria, y la del queso amarillo de por la tarde, y la del evangelio de
los sábados por la mañana, y la de las meadas en la pared de zahorra ante la
falta de urinarios, y la del Día de San Andrés, y la…
A pesar de mis notorias carencias, estimado Ángel Víctor,
como sé de las dificultades que te vas a encontrar en montar todo el
organigrama gubernamental, si entiendes que te pueda echar una mano…
Una descripción muy realista.
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