O mejor, cinismo de Ciudadanos. Porque nuevamente me llenan
la cachimba. Y como voy a intentar hablar (escribir) claro, ¿creerán estos
niñatos que somos tontos de remate los que no compartimos comportamientos que
bordean peligrosamente la imbecilidad? ¿A qué juegan? ¿Creen, acaso, que la
convivencia y la gestión son cromos de intercambiar? ¿Por qué no van un rato al
rincón de pensar (lugar del que, a tenor de lo vivido, no debieron salir) y
meditan, si es que son capaces, acerca de la trascendencia e importancia de la
política en el devenir de los pueblos? ¿Y de cómo, a través de esta, la
sociedad debe avanzar superando barreras y no poniendo chinitas en las ruedas
del progreso ni montando numeritos del bien quedar? Si dentro del marco democrático,
y en el ejercicio de mi derecho a la libertad de opinión, los tildara de críos
pijos que buscaron este pasado sábado su minuto de gloria, lo mismo me
tacharían de vete a saber qué.
Cuando la hipocresía llega al extremo de querer edulcorar
los pactos con Vox mediante espectáculos que rayan el impudor y la
desvergüenza, uno recuerda la tercera ley de Newton: la de acción y reacción. Qué
fácil –lo que demuestra el nivel de los salvapatrias–
cargar culpas en hombros ajenos sin mirarse jorobas propias. Porque conseguida
la notoriedad en la manifestación del Orgullo, se recurre al consabido mensaje
de haber alimentado el odio por parte de PSOE y Podemos. Y es que los “fascistas
de toda la vida”, aquellos que abanderaban la marcha se han puesto del lado de los
intolerantes.
Cuánta incongruencia al trasladar a la opinión pública
mensajes de tal porte. Ellos, ciudadanos ejemplares, que nacieron para defender
la libertad en los lugares más difíciles, se parapetan tras una pancarta en el
vano intento de disimular maridajes que rompen cualquier esquema.
Y aparte de los alardes y pavoneos de Inés Arrimadas, nos
sorprende la canaria Melisa Rodríguez con este tuit: “La intolerancia, la
agresividad y el lanzamiento de objetos han empañado lo que tenía que ser un
día de libertad y amor”. Claro, el mismo cariño que ustedes, en las reuniones
de echarse un cortado, profesan a una formación política que está en las
antípodas de cuanto quisieron lavar con la presencia, globos incluidos, que
retrata la doblez con la que se desenvuelven.
Ya lo adelanté hace unos días. El maestro Alberto ‘Ribera
del Duero’, hoy tinto y mañana blanco, ha sabido distribuir sus contenidos
entre los avezados discípulos. Y esta cohorte de niños guapos se divierte con
el juego del escondite. Aunque solo oculten la cabeza, dejando el culo por
fuera. Porque hay que tener mandinga –o ser pelotudos, que dirían los
argentinos– para ir de figurines a corear eslóganes que ensalzan derechos
constitucionales y, por la espalda, alcanzar acuerdos con aquellos que proponen
cortar por lo sano con los que consideran desmadres de maricones y lesbianas.
Bueno, en honor a la verdad, sajarían mucho más.
No, doble moral no, estolidez a la enésima. Hechos como los
ocurridos solo demuestran que la vacuidad de Ciudadanos es alarmante. Pero
debemos reconocer que psicólogos y psiquiatras tienen asegurado el futuro
laboral inmediato. Una cosa por la otra. Lo malo es que remedios contra la
estupidez…
Descansen este domingo –cuando redacto estos párrafos– que
mañana (hoy para los lectores, que se estila en el periodismo clásico) volverán
a las incongruencias de siempre. Alcanzado el orgasmo sabatino con las portadas
e imágenes de rigor, Vox espera con los brazos abiertos para fundirse como
el queso en las pizzas. La democracia, en ese instante, no estará en peligro. Solo, según tú, Arrimadas, cuando sufras un escrache por vaivenes y postureos. Falsos.
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