Adelantábamos algo en el día de ayer acerca de si es una
plaga más, como la de los insectos, el controvertido asunto de los sueldos de
los cargos públicos. Y que se erige en tema principal de conversas y redes
sociales en las semanas siguientes a la constitución de ayuntamientos, cabildos
y demás.
Me extraña que corran ríos de tinta cada cuatro años si esta
es una cuestión regulada por ley. Aprobada por los mismos beneficiarios. Por lo
que, mientras no se salten a la torera las normas establecidas, bien poco que
objetar. Bien distinto será el particular si en los respectivos programas
electorales se prometían bajadas notorias y en la sesión plenaria correspondiente
se opta por todo lo contrario. Propongo, pues, que cada partido político,
independientemente de lo que la ley establece, lleve a cabo una distribución
más acorde con la realidad de cada pueblo. Dejo ética y moral a la consideración de cada cual.
Me explico: Si el criterio fijado es que el sueldo de un
alcalde, por ejemplo, en un municipio comprendido en el intervalo de 20.001 a
50.000 habitantes debe ser tanto, divídase ese paréntesis con escalas más
reducidas, de tal manera que si el pueblo no llega a los 30.000, la asignación
sea inferior a si se supera esa cantidad. O 40.000 habitantes. Medida que bien
podrían adoptar las formaciones con carácter interno para que no caigan en tentaciones
según estén en la oposición o en el gobierno. Harto sabido es que las ópticas
cambian según las circunstancias.
Entiendo que un político debe estar bien remunerado. Entre
otras cosas para que no transite por incitaciones nada recomendables. Pero me
muestro disconforme con las denominadas dedicaciones parciales. Que solo
conducen a usos y trampas con otros complementos dinerarios que sumados suponen
prácticas escandalosas.
Lo que llama la atención, y por ello el reclamo de que se
acorten los intervalos poblacionales, es que el alcalde de San Sebastián de la
Gomera (8.945 habitantes) se fije una retribución de 47.759 euros, mientras el
de El Rosario (17.350 habitantes) se haya establecido 35.928 euros. Algo, o
mucho falla. Lo que hay detrás ─de
haberlo─ no entra en las
pesquisas de este bloguero. Aunque los alcaldes gomeros del partido de Casimiro
han sido siempre consejeros del Cabildo, por lo que los capítulos de
asistencias, dietas y pertenencias a otros órganos pueden jugar a favor de
incrementos en los saldos mensuales.
Con respecto al vídeo, que se ha viralizado en un pispás por
la rapidez en que aprobaron los puntos del orden del día de la sesión plenaria
en el ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, simplemente aclarar que
cuando se llega a este órgano de gobierno, los asuntos vienen ya debatidos con
carácter previo en las denominadas comisiones informativas. Así que no entiendo
la extrañeza cuando solo se trataba de dar el visto bueno al dictamen
correspondiente. De lo más normal, pues, de los aconteceres municipales. Cabreos
fundamentados en ignorancias supinas, pues no.
Cuando uno transita ya por décadas bastantes avanzadas con
respecto a la fecha que el DNI te señala como de nacimiento, anda bastante
curado de sustos. Y si vas, por ejemplo, a las páginas oficiales de otros
organismos –pongamos Gobierno de Canarias o el Parlamento– comprobarás cómo
mucho del personal eventual –de confianza, que se dice– percibe sueldos de casi
70.000 euros. Ya lo decía Gustavo Matos, actual presidente de la Cámara
regional, cuando se le preguntaba por este controvertido particular. Y sostenía
que solo nos fijamos en lo que cobran los cargos públicos, sometidos a un
proceso electoral, y pasamos por alto lo que percibe esa pléyade de agregados,
no sometidos a dictado popular alguno y puestos a dedo. Que sí, marrones no hay
solo en el Realejo.
Vuelvo a la manía de siempre: ejemplaridad. Sin que me
valgan excusas vanas de procedencias. Porque la ubre es la misma, aunque las
tetas suministradoras sean diferentes. Lo digo por aquellos de los dobletes que
se escudan siempre en idéntica cantinela: no, yo es que cobro del otro lado.
Con lo que se creen legitimados para justificar ausencias y abandonos.
Exijamos, en todo caso, proporcionalidad entre lo percibido
y el trabajo que, a cambio, nos ofrecen. Los dineros, como los votos, proceden
del mismo lugar. Y si entendemos que se aprovechan coyunturas para poner a
ordeñar a demasiado personal, la solución no es difícil. De no adoptarla –algo
bastante común– a llorar a la plaza.
Y si has creído atisbar en el texto algún intento de
justificar a los avispados de turno, errado del todo.
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