viernes, 5 de julio de 2019

Sueldos

Adelantábamos algo en el día de ayer acerca de si es una plaga más, como la de los insectos, el controvertido asunto de los sueldos de los cargos públicos. Y que se erige en tema principal de conversas y redes sociales en las semanas siguientes a la constitución de ayuntamientos, cabildos y demás.
Me extraña que corran ríos de tinta cada cuatro años si esta es una cuestión regulada por ley. Aprobada por los mismos beneficiarios. Por lo que, mientras no se salten a la torera las normas establecidas, bien poco que objetar. Bien distinto será el particular si en los respectivos programas electorales se prometían bajadas notorias y en la sesión plenaria correspondiente se opta por todo lo contrario. Propongo, pues, que cada partido político, independientemente de lo que la ley establece, lleve a cabo una distribución más acorde con la realidad de cada pueblo. Dejo ética y moral a la consideración de cada cual.
Me explico: Si el criterio fijado es que el sueldo de un alcalde, por ejemplo, en un municipio comprendido en el intervalo de 20.001 a 50.000 habitantes debe ser tanto, divídase ese paréntesis con escalas más reducidas, de tal manera que si el pueblo no llega a los 30.000, la asignación sea inferior a si se supera esa cantidad. O 40.000 habitantes. Medida que bien podrían adoptar las formaciones con carácter interno para que no caigan en tentaciones según estén en la oposición o en el gobierno. Harto sabido es que las ópticas cambian según las circunstancias.
Entiendo que un político debe estar bien remunerado. Entre otras cosas para que no transite por incitaciones nada recomendables. Pero me muestro disconforme con las denominadas dedicaciones parciales. Que solo conducen a usos y trampas con otros complementos dinerarios que sumados suponen prácticas escandalosas.
Lo que llama la atención, y por ello el reclamo de que se acorten los intervalos poblacionales, es que el alcalde de San Sebastián de la Gomera (8.945 habitantes) se fije una retribución de 47.759 euros, mientras el de El Rosario (17.350 habitantes) se haya establecido 35.928 euros. Algo, o mucho falla. Lo que hay detrás de haberlo no entra en las pesquisas de este bloguero. Aunque los alcaldes gomeros del partido de Casimiro han sido siempre consejeros del Cabildo, por lo que los capítulos de asistencias, dietas y pertenencias a otros órganos pueden jugar a favor de incrementos en los saldos mensuales.
Con respecto al vídeo, que se ha viralizado en un pispás por la rapidez en que aprobaron los puntos del orden del día de la sesión plenaria en el ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, simplemente aclarar que cuando se llega a este órgano de gobierno, los asuntos vienen ya debatidos con carácter previo en las denominadas comisiones informativas. Así que no entiendo la extrañeza cuando solo se trataba de dar el visto bueno al dictamen correspondiente. De lo más normal, pues, de los aconteceres municipales. Cabreos fundamentados en ignorancias supinas, pues no.
Cuando uno transita ya por décadas bastantes avanzadas con respecto a la fecha que el DNI te señala como de nacimiento, anda bastante curado de sustos. Y si vas, por ejemplo, a las páginas oficiales de otros organismos –pongamos Gobierno de Canarias o el Parlamento– comprobarás cómo mucho del personal eventual –de confianza, que se dice– percibe sueldos de casi 70.000 euros. Ya lo decía Gustavo Matos, actual presidente de la Cámara regional, cuando se le preguntaba por este controvertido particular. Y sostenía que solo nos fijamos en lo que cobran los cargos públicos, sometidos a un proceso electoral, y pasamos por alto lo que percibe esa pléyade de agregados, no sometidos a dictado popular alguno y puestos a dedo. Que sí, marrones no hay solo en el Realejo.
Vuelvo a la manía de siempre: ejemplaridad. Sin que me valgan excusas vanas de procedencias. Porque la ubre es la misma, aunque las tetas suministradoras sean diferentes. Lo digo por aquellos de los dobletes que se escudan siempre en idéntica cantinela: no, yo es que cobro del otro lado. Con lo que se creen legitimados para justificar ausencias y abandonos.
Exijamos, en todo caso, proporcionalidad entre lo percibido y el trabajo que, a cambio, nos ofrecen. Los dineros, como los votos, proceden del mismo lugar. Y si entendemos que se aprovechan coyunturas para poner a ordeñar a demasiado personal, la solución no es difícil. De no adoptarla –algo bastante común– a llorar a la plaza.
Y si has creído atisbar en el texto algún intento de justificar a los avispados de turno, errado del todo.

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