Ayer en la sobremesa, mientras subía el Col du Tourmalet (el puerto del mal retorno, como creo lo
bautizaron los que hicieron la carretera de acceso, ruta que fue mandada a construir
por Napoleón III allá por 1846), pensaba que Alberto Rivera corre el peligro de
quedarse tal y como se fotografió años atrás al irrumpir en la política
nacional bajo el lema de regenerar la política nacional. Que no viene a
constituir una novedad, porque Pablo Iglesias, el del chalé (lo de la casta
vilipendiada ya es asunto olvidado), también se presentó con idéntico fuelle. Y
en ambos casos, no sé si debido a las malas compañías o al verse con unos
asientos bancarios que se incrementaban de manera progresiva, se ha quedado
todo en agua de borrajas. O en cueros, para ser más exactos.
Cuando creía que el Movistar me iba a dar una alegría allá
en la cima de 2115 metros, hube de convencerme de que el tal Julian Alaphilippe
no va de farol. El entendido me dirá que restan etapas. Sí, para todos. Y
algunos ya van más amortizados que Fernando Clavijo. Se nos fue Contador y nos
hemos quedado huérfanos. Recuerdo cuando hice el recorrido del Col d´Aubisque y acabé tan asfixiado que
casi no me recupero. Y eso que iba en coche. Imagínate si llega a ser con
bicicleta. Bueno, igual que estas últimas ediciones en las que los kilómetros
me son más llevaderos desde la cama o el sofá.
Las deserciones en Ciudadanos son mayores que los abandonos
en la más grande de las vueltas ciclistas. Los vaivenes del partido ponen cada
vez más en entredicho la manera de gestionar que tiene este chiquito. A la
patente inmadurez se le une la falta de oxígeno en un ascenso que se le
atraganta. No solo se le marchan aquellos que formaron parte activa de los
primeros pasos de la formación, sino que desde Canarias –también algunos de mi
pueblo– se elevan voces disgustadas y estampan sus firmas en un manifiesto a
través de Change.org. Claro, no se puede cantar hasta desgañitarse que van a
regenerar las instituciones canarias –lo que supone echar a Coalición Canaria–
y cuando los cargos electos se ponen a la labor (Cabildo de Tenerife y
Ayuntamiento de Santa Cruz), montan una gestora en las islas.
Y viene el clásico peninsular enterado (¿o escribo godo?) a
tapar la dimisión de la secretaria de organización en Gran Canaria alegando que
ya estaba cesada. O aquel otro que nos advierte de los peligros que supondrá el
gobierno del PSOE con los populistas, mientras Cs va de la mano con la retrógrada,
xenófoba y racista ultraderecha en una conducta que deberemos calificar, por lo
visto, como ejemplar. Son las consecuencias directas de esnifar gofio en polvo.
Aquellos que ni siquiera peinamos canas por la escasez
evidente de cuero cabelludo, contemplamos atónitos los andares de estos
naranjitos. Que han primado la buena presencia física –jóvenes, guapos, bien
acicalados y otros abalorios diversos– ante la que se presupone condición
indispensable para tomar los mandos de cualquier nave: tener la cabeza bien
amueblada, las neuronas en orden y la sustancia gris bien engrasada. Como si
con la fachada fuese suficiente.
En fin, Alberto, las apariencias engañan. Y aunque la mona
se vista de seda… Mucho ruido y pocas nueces. Mucho donaire causa desaire. Por
la boca muere el pez. Decir refranes es decir verdades. Más sabe el diablo por
viejo que por diablo. Quien no oye consejo no llega a viejo. De desagradecidos
está el infierno lleno.
De nada, hombre. Pedagogía ante todo. Cuida ese rebaño. Y no te quejarás de que te puse la foto a la izquierda. Feliz domingo.
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