Llevo años retirado del mundo del folclore. Abandoné, motu
proprio, la A. F. de Higa en 2007, creo que en el mes de diciembre, y, por lo
tanto son casi doce los años dedicado al noble oficio de verlas venir. Acudo,
muy poco, a lo que me apetezca, escucho, aplaudo y poco más. Me imagino que
guitarra y laúd, instrumentos musicales muertos de risa en un rincón de mi
casa, estarán los pobres para tirarlos a la basura. Dicen los entendidos que
deben aflojarse las cuerdas cuando se prevea un periodo largo de abandono. Ni
eso fui capaz de llevar a cabo. Me da que me he aflojado más yo. Lo mismo debo
pagar si se me ocurriera regalarlos.
Algo he escrito del desaparecido Festival Arautápala. Y cada
año, cuando llega este mes de julio y echo una visual al contenido del
amplísimo programa de actos –puedes consultarlo si pinchas en el siguiente
enlace: http://folkloredeingenio.com/festival-internacional/calendario.html–
que concurren en torno al que se celebra en la Villa de Ingenio y que organiza
su grupo representativo, Coros y Danzas, me entra una sana envidia que todo el
cuerpo me pica.
Además, como la Villa precitada de la isla vecina es
municipio que acogió en dos ocasiones cierta embajada del norte tinerfeño para
celebrar una entrañable ceremonia en aquellos pagos –todo ello de la mano de Juan
Díaz Sánchez, quien fuera su alcalde durante unos cuantos años y ahora
consejero del Cabildo de Gran Canaria– esa especie de comunión creada con el
paso del tiempo te lleva a sentir especial afecto por cuanto allí acontece.
Es una pena, una verdadera lástima que nuestro festival
internacional de folclore se haya quedado estancado en 2010 con su IX edición.
Lo escribo sin consultar nada al respecto, así que si me equivoco, a corregirme
los entendidos. Hubiese correspondido en este 2019, por lo tanto, su XVIII
edición. Que serían bastantes.
Hasta que nadie me demuestre lo contrario, opino que el
verdadero culpable de su desaparición fue el actual alcalde villero. Francisco
Linares se escudó en la crisis para zanjar un evento en el que, entiendo, nunca
creyó. Y eso que el ayuntamiento representativo de los dos grupos que los
organizaban en años alternos no se distinguió por la aportación económica, pues
existió importante inyección dineraria por parte del Cabildo. Tampoco hubo demasiado
interés en el resto de grupos políticos del Consistorio que no fueron capaces
de alegar algo al respecto. Al menos un par de preguntas o mociones en
cualquier sesión plenaria.
Y cuando los grupos folclóricos se quejan en los tiempos
actuales de que no salen actuaciones, ni siquiera en las múltiples fiestas que
durante el verano abundan por los rincones del Valle, da la impresión de que
han dejado morir la iniciativa y se muestran conformes con la posición que
señalé antes en relación a mi postura personal en el mundo de los jubilados: a
verlas venir. Debe ser esa la razón por la que no aguanto demasiado en los
colectivos. Seguidor acérrimo del barco parado no gana flete, o estás y te
implicas o no estás. Y los movimientos asociativos de toda índole no pasan por
sus mejores momentos.
Si en estas islas fuéramos menos ombliguistas y más dados a ampliar horizontes, ¿por qué no una
extensión tinerfeña de la Muestra Solidaria de los Pueblos? Y ahí el Valle de
la Orotava podría apostar fuerte. Me temo, no obstante, que si no fuimos
capaces de que funcionara la Mancomunidad, lo mismo estoy demandando un
imposible. Y deberían ser las agrupaciones folclóricas interesadas las que organizaran
todo el tinglado, porque los políticos de los respectivos grupos de gobierno
bastante tienen con cobrar al final de mes.
Claro, tú como está fueras lo ves todo muy fácil, me
rebatirán. Lo malo es que cuando estaba dentro pensaba igual. Pero como agua
pasada no mueve molinos, a poder que yo pueda, asunto zanjado. Aunque pena me
queda, qué quieres que te diga.
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