jueves, 4 de julio de 2019

Plagas

Avanzamos por este verano norteño y apanzaburrado, lentos pero sin pausas, y no es que lleguen a la triste fama de las de Egipto –cuando Moisés se empeñó en emigrar sin visado–, pero se suceden acontecimientos dignos de mención. Y a falta de las clásicas serpientes (periodísticas), aunque en Gran Canaria acabarán inundados como las ardillas en Maxorata, toman el relevo las pulgas en los juzgados de Los Llanos de Aridane, las cucarachas en el camposanto (con incursiones en el consistorio) de Arrecife y las ratas en un puesto de la Guardia Civil de Las Palmas. Amén de otras en forma de sueldos en todos las instituciones públicas. Asignación presupuestaria que jamás se agota y que hace correr tupido velo a casi todas las promesas electorales.
Alegan los fumigadores que fue a declarar cierto paisano al juzgado palmero antes mencionado y no debió acudir nuestro hombre lo suficientemente aseado, porque, al decir de los entendidos, fue el causante de la propagación de los sifonápteros. Y ahora los insectos hematófagos campan a sus anchas por expedientes y sumarios. Y me pregunto yo si nadie de los que pidió la documentación al susodicho antes de acceder a la sala donde debía alegar cuanto estimase oportuno, se percató de que la higiene no era su fuerte. A tenor de las noticias que nos trasladan los medios de comunicación, no debía llevar encima una o dos pulgas, sino que le tenían que estar saltando de las orejas. De confirmarse las conjeturas, menudo guarro. Ha infestado hasta los ordenadores. Si debe declararse culpable por cualquier desliz nada higiénico, un buen fregado con manguera de agua jabonosa a presión podría ser sentencia ejemplar. Se me ocurre, pues enviarlo a la cárcel equivaldría a soltar toda la población reclusa. Te juro que ya me está picando. Qué necesidad.
En la capital conejera fueron blatodeos los insectos invasores. Estos aplanados hemimetábolos, o paurometábolos, asaltaron el cementerio para sus batallitas. Y tantas de las suyas hicieron que el ayuntamiento tomó la drástica decisión de clausurar el recinto (me imagino que habrá dictado un bando la alcaldesa prohibiendo los decesos durante el tiempo de la limpieza) para la desinfección pertinente. Pero es que las osadas cucarachas también se fueron de paseo hasta el propio edificio consistorial. Donde el desalojo fue mucho más placentero. Mientras en la necrópolis hubo mayor resistencia por parte de los allí alojados, en la sede de la institución local no hubo reparo alguno y salieron todos los residentes con una enorme alegría en el cuerpo. Ese día desayunaron unas quinientas veces. A la salud de los bichos, claro.
En una de las dos capitales de esta Autonomía, Las Palmas de Gran Canaria, fueron unos roedores miomorfos, de la familia Muridae, y cuya característica principal es que la hembra es activa sexualmente con solo cinco semanas de vida y capaz de gestar hasta más de veinte individuos tras un coito de apenas dos segundos (ni Pancho López, tú). Tuvieron la osadía de introducirse en un cuartel de la Guardia Civil y fueron, cómo no, noticia de portada en los (des)informativos de la tele canaria. En las declaraciones de uno de los miembros de la Benemérita eché en falta el arrojo que se les presupone y me dio la impresión de que si no se subieron a una silla –como haría yo– fue un auténtico milagro.
Yo creo que en el caso de las cucarachas conejeras influyó mucho el hecho de que el ayuntamiento de Arrecife abrirá por las tardes durante estos meses de verano. Como las mismas se están volviendo invencibles, pues se han hecho resistentes a los insecticidas, puede que hayan sabido de aquel paisano que acudió cierta tarde a consultar algo al edificio consistorial y viéndolo cerrado preguntó a un policía que pasaba por allí: Oiga, ¿aquí no trabajan por la tarde? A lo que el guindilla contestó: No, por la tarde no abren, cuando no trabajan es por la mañana.
De otros animales comentaremos algo en días venideros. Llevo días dándole vuelta a la cabeza sobre los aspectos sanitarios del baño de las cabras en el muelle portuense. Deberían alternarse con San Telmo y Playa Jardín. Me asaltan las dudas acerca de tan curiosa ¿tradición?

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