Será porque uno también ocupó cargo en una institución local.
Y sabe de la cercanía ciudadana. Esa que no entiende competencias más allá de
las paredes del edificio de las Casas Consistoriales. Puede que sea por ello el
que me haya encantado la sentencia de Ángel Víctor Torres, nuevo presidente de
la Comunidad, acerca de un deseo gubernamental: Seremos el ayuntamiento de las
8 islas. Porque ayuntar es unir y demasiado egoístas hemos sido en el devenir
autonómico con tiranteces insularistas, cuando no trifulcas pleitistas, como
para no aprovechar este significativo cambio con nuevos procederes.
Me incluyo entre los canarios que aman esta tierra por
arriba de cuños y etiquetas. Me siento muy a gusto en cualquiera de los
peñascos. Y como viajo sin intereses ni en busca de réditos públicos, me arrogo
ese sentimiento al que aludió Fernando Clavijo en una de las réplicas
parlamentarias. Con la ventaja de que yo me lo creo. A él, como mucho, solo
puedo concederle el beneficio de la duda. Más en un debate en el que, en la
mayoría de ocasiones, se pretende ser efectista, que no efectivo.
No mentiría al afirmar que somos muchos los canarios que
quisiéramos gozar del privilegio de poder visitar cada rincón de este archipiélago
sin necesidad de estar pendientes de billetes, alojamientos y alquileres de
coches. Como bien disfrutan otros. Muchos. Para escribir crónicas de cómo se deben
acometer acciones para ‘ajuntar’ a las gentes, a los pueblos, en suma, a los
hermanos.
Soy consciente de que ahora mismo continúan los movimientos
dentro de las organizaciones políticas firmantes del Pacto de las flores a la
caza y captura del qué hay de lo mío. Basta un repaso fotográfico por las redes
sociales. Y siento algo de temor a que aspiraciones de tal porte vayan a desvirtuar
ese gobierno de carne y hueso que un emocionado presidente nos dibujó. Porque,
a veces, esas apetencias obnubilan visiones nobles y de largo alcance. Ojalá me
equivoque. No hemos esperado tanto para más de lo mismo.
Ese grito del infante, que tan fuerte sonó en el salón de
plenos, debe ser el aldabonazo que guíe el camino de un Ejecutivo en el que
tenemos depositadas muchas ilusiones. Que no pase a la historia como la anécdota
de la jornada. Porque somos muy dados a quedarnos con la inmortalización de los
hechos en nuestros dispositivos móviles, sonrisas de rigor y nada más.
Separemos la paja del grano y vayamos al meollo. Canarias requiere hombres y
mujeres de acción, de hechos. Los canarios necesitamos gestores que soslayen
tópicos y se sumerjan en el mar de las desigualdades. Nos sobran, me sobra,
poses y ademanes, móvil en ristre, de sus señorías. Olvídense de él. Al menos
cuando saben que la cámara los enfoca.
Convierte, Ángel Víctor, ese deseo, tú deseo, en una
realidad tangible. Yo, que no soy de chaqueta y corbata, sería capaz de pedir
prestada la que simbolizó los 25 años de las corporaciones locales democráticas.
Exacto, la que tú buscaste en el armario para llevarla al Parlamento. Lo mismo
el ayuntamiento de mi pueblo, mi ayuntamiento, me la remitió en su día, porque
no acudí –no suelo– al acto en cuestión. Soy, en ese aspecto, un bicho raro.
Pienso que no hay que conceder honores a quien prestó ayuda en el desarrollo de
los municipios y dedicó muchas horas a nobles causas. Con tal honor, el de
servir a su pueblo y a sus gentes, va servido, está debidamente compensado. Dejen
medallas y honores para quien ha dedicado toda su vida a jociquiar la tierra para que nosotros encontremos las papas en la
venta de la esquina. Sobran protagonismos y apariencias
Acepta, pues, el consejo de este viejo que se halla empachado
de postureos en la villa (de Viera) que lo vio nacer. Y harto de falsedades,
ausencias y abandonos. Nosotros –los que somos gente humilde, como bien expresó
tu padre; cuídalo, que aquellos que ya no podemos disfrutar de los progenitores
nos sentimos muy huérfanos– nos conformamos con poco. Y si somos capaces de
echar una mano a quien las pasa canutas, servidos vamos.
Enhorabuena. Tu éxito será el nuestro.
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