miércoles, 3 de julio de 2019

Desinformación

Entiendo que vivimos en la sociedad de los excesos. Deberíamos elevar a la categoría de himno nacional aquella canción cuyo estribillo repetía hasta la saciedad lo de todos queremos más. Porque es tal el cúmulo de canales a nuestro alcance para enterarnos de lo que acontece en el mundo, que la avalancha brutal de opiniones, que no información veraz, ha ido calando de tal manera que ha creado estados de confusión dignos de profundos estudios psiquiátricos. Si añadimos las ¿ventajas? que el móvil nos pone en el mercado del consumo, con aplicaciones que nos convierten en avezados reporteros sin necesidad de saber quién demonios fue Herbert Marshall McLuhan, ni mucho menos qué me vienes a contar de la aldea global, va el cóctel bien servido.
Un servidor, para no estar buscando ejemplos más allá de las fronteras de la Villa de Viera, dispone de una pestaña en la barra de tareas cuando accede a Internet bajo el epígrafe ‘Periódicos’. Y a fe que se abre todos los días para el atiborramiento de rigor. Son, sin duda, ventajas del jubilado. Pero cuando acabo la faena y cierro el negocio, me pregunto cada día si ha merecido la pena esa dedicación casi religiosa. Si uno fuese más inteligente y dispusiese de estudios de cierto empaque, quizás tendría en el mercado varias publicaciones con análisis concienzudos de titulares de enjundia en prácticamente todas las cabeceras del amplísimo espectro. Imagínate que me diera (o diese) por ahogarme en el meollo.
Aquellos osados que nos dedicamos a escribir artículos de opinión nadamos en mares de abundancia cuando nos sentamos ante el teclado para lanzar el envite diario. No fallan, afortunadamente, motivos para plasmar pareceres. Por lo que el hecho de alongarme Desde La Corona, y a fe que no te miento, no supone demasiados quebraderos de cabeza. Y qué bien me ha venido la confrontación del rubio de la Casa Blanca contra el imperio chino de Huawei. Para ratificarme en la misión casi imposible de sumergirme en otra disparatada dinámica: la de WhatsApp. Vale, soy raro.
Creo que me salió algo extensa la entradilla. Ya voy por unas 340 palabras y casi me olvido de dos ocurrencias de unos supuestos líderes políticos que andan a la greña por la ocupación de ciertos espacios. Ambos repitieron, exigieron, demandaron, suplicaron, bueno, casi lloraron para que tras los procesos electorales se dejara gobernar a las listas más votadas. Pero como los electores se equivocaron al depositar su voto en la urna, hecho que les provocó una profunda crisis de amnesia, ahora andan a la greña con un tal Sánchez, ganador de las elecciones del pasado mes abril según todos los medios consultados, y donde dije…
El primero de ellos, Alberto “Ribera del Duero” (según vislumbré hace unos días merced a la ocurrencia de un descubridor de vinos; en el presente caso, hoy tinto y mañana blanco), no sé si niñato que pretendía ser progre o ignorante redomado, ya se niega a reunirse con quien, gústele o no, será presidente del Gobierno más temprano que tarde. Porque Iglesias no puede meter la pata por segunda vez y atenerse al peligro de otra convocatoria y porque la rancia derecha (¿te pongo siglas?) se halla más preocupada en acomodarse al terreno de juego que en facilitar entendimientos de carácter global.
El otro, Pablo Casado (y de seguir así, Divorciado), no contento con el paripé canario de semanas atrás, ofrece a Pedro Sánchez un plan para que supere la investidura sin el apoyo de los independentistas. Y se brinda, incluso, a dialogar con CC para que los seudonacionalistas canarios se suban al carro. Recordando la ridiculez del viaje de Egea y Maroto a Las Palmas, mejor sería que guardara prudente silencio al menos hasta después del verano.
Como aparezcan unas cuantas olas de calor más, la fritura de dendritas y axones en la reducida masa neuronal de estas jóvenes lumbreras de 50 céntimos la docena será acontecer a debatir. Puede que tanto como la polémica suscitada con los bueyes y vacas en las romerías. Y es que el reino animal siempre depara sorpresas.

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