miércoles, 24 de julio de 2019

Qué desastre, Manolo

Tomo la fotografía del comunicado oficial del ayuntamiento realejero en el que se indicaba la avería del sistema hidráulico de un camión destinado a la recogida de residuos sólidos en la zona de Los Barros. Hecho que produjo un vertido en la madrugada del pasado lunes, lo que provocó, asimismo, el corte de la citada vía.
Tras el remojo pertinente en la piscina municipal (voy lunes, miércoles y viernes), me fui a caminar a eso de las nueve de la mañana. Como este pueblo es muy pendiente y uno ya tiene cierta edad, suelo aparcar el coche por la zona del incidente y me voy hasta La Vera, San Jerónimo o San Nicolás, según me dé, o según me dicte la pata derecha.
Aprovecho la ocasión para hacer otro llamamiento a los consistorios villero y portuense, porque los alrededores de la Plaza Entre Pueblos –la de la mano y las gallinas– y la zona del Barranco de Tafuriaste, Lidl e Hiperdino están de pena. Requieren una limpieza en profundidad. Los plásticos nos comen. Algunos, incluso, en forma de preservativos.
A lo que iba. Me desviaron por la calle Ruiz Andión (La Carrera de toda la vida) y menos mal que ya había ingerido las pastillas de la tensión. Fuerte calvario para llegar al Pabellón. Claro, si a los percances unimos la escasez de agentes policiales, te podrás imaginar. Aparqué cerca de Juan y Fernando. Más allá del bar donde desayuna media plantilla municipal. Hoy voy, por lo plasmado hasta aquí, de campaña publicitaria.
Retrocedí –caminando, por supuesto– y pude ver durante un rato todo el operativo desplegado. Demasiado, a mi escaso entender, para el fisco de líquido derramado. Pero el tráfico por Los Cuartos y las colas en los accesos a la rotonda de Alteza, de vídeo para colgar en las redes sociales. Pero yo no uso móvil.
Como el asesor encargado de pasarte los nombres de los que osamos discrepar de tus procederes, estimado alcalde, te dará norte de lo publicado hoy en Desde La Corona, sé que me vas a espetar que los imprevistos son contratiempos inesperados, y que, por lo tanto, ajo y agua. Vale. Pero demasiados van ya en el tramo comprendido entre las gasolineras y la confluencia con la bajada de Los Cuartos. Ese en el que te empeñaste en ubicar una linda mediana para recrearte con el centenar de macetas con flores –sí, el de las farolas estilo Mazinger Z–, pero donde la operatividad en caso de cualquier emergencia constituye toda una odisea. Son los inconvenientes que debemos sufrir los que hacemos pueblo viviendo en él. Tú, como estás más fuera, a lo peor ni te enteras. No creo que a nadie de tu grupo se le ocurra contar algo al respecto. No sea que se remueva la silla.
Como juego con la ventaja de la edad, sé que guardas otra carta bajo la manga: La herencia recibida. Elegante disculpa para cargar con todos aquellos que te precedieron. Olvidando que si acabas este mandato, serán veinte los años que llevas en el edificio de la Avenida de Canarias. De ellos, dieciséis en equipos de gobierno. Por lo que te resultará complicado escudarte en que no has tenido suficiente tiempo para planificar las entradas y salidas del pueblo. Como vuelas en parapente hasta la santacrucera Plaza de España…
Ya no valen disculpas, Manolo.  La tramitación del PGOU no es achacable a los agentes externos que siempre hallas como excusa, sino a la ineptidud y desidia de quienes rigen los destinos municipales. Y eso que tus mayorías absolutas te permiten liberar a todos los concejales. ¿Para qué? ¿De qué nos ha servido el tener a uno al frente del área de urbanismo si en este aspecto no se ha movido una piedra?
Qué desastre, Manolo. Mientras tú piensas escaquearte en el Parlamento y muñes para colocarte como jefe orgánico de todas las gaviotas –¿o eran charranes?– canarias, los realejeros que aquí seguimos empadronados nos las vemos y deseamos para movernos, incluso cuando no hay imprevistos. Pero reconozco que gozas con la tremenda ventaja de que la inmensa mayoría de electores también debió estudiar Marketing en la Escuela Superior de Management y Master MBA por la Universidad de Wyoming. Aunque sea por correspondencia y sin validez oficial en la titulación. Pero el encuadernado queda de maravilla. Mientras, el problema del tráfico se lo encomendaremos a la abadesa Cunegunda, cuyo santoral celebramos hoy. Y, a lo mejor, sin dedicación exclusiva.

No hay comentarios:

Publicar un comentario